Salud del Migrante

¿Qué es la salud del migrante?
El término “salud del migrante” se refiere al conjunto de factores que influyen en el bienestar de las personas que se desplazan (ya sea como migrantes internacionales, refugiados, solicitantes de asilo o desplazados internos), antes, durante y después de la migración. Dado que las experiencias migratorias son muy diversas, no existe un perfil único de persona migrante: su salud puede mejorar o deteriorarse en función de las circunstancias o los determinantes de salud.
¿Por qué es importante?
Según la OMS, actualmente hay alrededor de mil millones de personas migrantes en el mundo, lo que equivale aproximadamente a 1 de cada 8 personas.
Estos desplazamientos tienen causas muy distintas: desde huir de conflictos armados o desastres medioambientales hasta la falta de oportunidades por crisis económicas. En este contexto, la salud del migrante se reconoce como una cuestión central de salud pública, equidad y derechos humanos.
Factores determinantes antes y durante la migración
La migración puede afectar a la salud de las personas de muchas maneras distintas, y esta variabilidad suele comenzar ya en el lugar de origen. Las personas que provienen de regiones marcadas por la violencia, la pobreza o situaciones humanitarias inestables suelen haber estado expuestas a condiciones que deterioran su bienestar antes incluso de iniciar el desplazamiento.
Durante el trayecto migratorio, estas vulnerabilidades pueden intensificarse. La dificultad para acceder a agua potable y alimentos adecuados, la falta de saneamiento, el desplazamiento en vehículos o rutas inseguras y las situaciones de violencia o explotación crean un entorno que pone en riesgo la salud física y mental. Además, el agotamiento prolongado y la exposición a climas extremos aumentan el riesgo de enfermar o sufrir lesiones, complicaciones médicas y otros problemas que, sin atención oportuna, pueden agravarse rápidamente.
Factores determinantes en el país de destino
Una vez en el país de destino, a menudo surgen barreras para acceder a los servicios de salud. Las diferencias lingüísticas y culturales dificultan la comunicación clínica, y la falta de información o los requisitos administrativos retrasa la búsqueda de atención, sobre todo en el caso de las personas en situación irregular. Además, el estigma y la discriminación pueden hacer que se pierda la confianza en las instituciones sanitarias.
Las condiciones de vida en el país de destino también son determinantes. Las viviendas precarias y la inestabilidad laboral pueden dificultar la posibilidad de llevar un estilo de vida saludable o de acudir a revisiones médicas. Además, realizar trabajos de baja remuneración o carecer de protección social puede tener un impacto directo en la salud.
Salud mental y bienestar psicosocial
El proceso migratorio suele tener una dimensión emocional considerable. La separación de la familia, la preocupación por los seres queridos que se quedan en contextos peligrosos, la incertidumbre respecto al estatus legal y la dificultad para integrarse en una sociedad nueva aumentan el riesgo de sufrir afecciones mentales, que a menudo coexisten, como ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático. La falta de servicios de salud mental sensibles a las necesidades culturales o lingüísticas de las personas migrantes dificulta aún más la detección y el tratamiento adecuados.
Vulnerabilidades añadidas
Existen perfiles migratorios con vulnerabilidades añadidas que requieren servicios especializados. Entre ellos se encuentran las personas con enfermedades crónicas, que necesitan una atención continuada que no siempre está garantizada; las mujeres embarazadas; los niños y los menores no acompañados, que dependen de redes de protección que, en ocasiones, se activan tarde o de manera insuficiente; las personas con discapacidad, y los solicitantes de asilo, entre otros.
Una cuestión de salud pública y equidad
Proteger la salud de las personas migrantes no solo es una cuestión de derechos individuales, sino también de salud pública y salud global. Garantizar un acceso equitativo a los sistemas sanitarios contribuye a la cohesión social y fortalece la salud pública. Por ello, es esencial incorporar la dimensión migratoria en las políticas sanitarias en un mundo globalizado y en constante movimiento.
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