Transporte activo

¿Qué es el transporte activo?
El transporte activo se define como la práctica de desplazarse de un sitio a otro mediante la actividad física, principalmente caminando o utilizando la bicicleta, en lugar de recurrir a vehículos motorizados.
En las últimas décadas, los cambios en el estilo de vida y la dependencia del coche han reducido significativamente las oportunidades de movimiento. Esta situación ha incrementado el sedentarismo y contribuido al aumento de la incidencia de enfermedades crónicas y enfermedades no transmisibles, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares, que ya son responsables del 80% de los problemas de salud en Europa.
Al hacer los trayectos cotidianos a pie o en bicicleta, ya se pueden alcanzar los minutos de actividad física diarios recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). De esta manera, el transporte activo es una herramienta eficaz y sostenible para integrar la actividad física en la rutina diaria.
Beneficios del transporte activo para la salud
La práctica regular del transporte activo no solo mejora la condición física (como la resistencia y la capacidad aeróbica), sino que también contribuye a regular la presión arterial, mantener los niveles lipídicos en sangre y favorecer la salud mental. Caminar o pedalear de forma habitual ayuda a reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo, además de ofrecer oportunidades de contacto social en el espacio público.
Según la OMS, los desplazamientos activos al trabajo o lugar de estudio se asocian con una reducción aproximada del 10% en el riesgo de enfermedades cardiovasculares y del 30% en el riesgo de diabetes tipo 2. Asimismo, la mortalidad relacionada con el cáncer es un 30% menor en las personas que realizan habitualmente sus trayectos diarios en bicicleta. Esta evidencia resulta especialmente relevante en regiones con elevada prevalencia de sobrepeso y obesidad, donde la inactividad física constituye un factor de riesgo determinante para las enfermedades no transmisibles.
Un ejemplo concreto es este estudio de ISGlobal basado en seis ciudades europeas (Barcelona, Basilea, Copenhague, París, Praga y Varsovia), que estimó que aumentar el uso de la bicicleta al 35% de los viajes podría evitar entre 37 (Barcelona) y 113 (Varsovia) muertes anuales, además de reducir entre 1.139 y 26.423 toneladas de emisiones de CO₂ al año. Otro estudio en 17 países concluyó que un cambio generalizado hacia el uso de la bicicleta para el transporte urbano (que substituiría al coche) podría evitar hasta 205.424 muertes prematuras anuales.
Otros beneficios, como los ambientales
El transporte activo no solo aporta ventajas para la salud individual, sino que también es clave para combatir los desafíos ambientales actuales. Para hacer frente a las crisis climática y de contaminación atmosférica, es necesario reducir las emisiones del transporte motorizado, en particular de los automóviles privados. Al usar menos vehículos motorizados y más transporte activo, se reduce la huella de carbono.
La reducción del número de automóviles implica menor contaminación atmosférica y acústica, lo que favorece la salud respiratoria y mejora la calidad de vida en las ciudades. A ello se suman beneficios en otros sectores, como en el sector económico y en la movilidad urbana.
El papel del diseño urbano para el transporte activo
Para potenciar el transporte activo es necesario combinar iniciativas personales con políticas públicas. A nivel individual, se recomienda planificar trayectos caminables o ciclables. En el caso de distancias más largas, se puede combinar el transporte activo con el transporte público, ya que este suele implicar también actividad física moderada al inicio y al final del trayecto.
Sin embargo, optar por desplazarse activamente no es únicamente una decisión personal. La manera en que están diseñados los entornos urbanos y su red de transporte puede favorecer o dificultar el desplazamiento activo de manera determinante. Las ciudades tienen un papel clave para promover este hábito mediante la creación de carriles bici, estacionamientos seguros para bicicletas, aceras amplias y zonas peatonales, así como invirtiendo en transporte público.
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